Los primeros años de la vida de Luisa Piccarreta van a transcurrir en medio de fuertes cambios que transformarían politica y socialmente el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XIX: la revolución industrial, con nuevas tecnologías que anunciaban un avance imparable hacia un mundo cada vez más tecnificado; los movimientos obreros, las revoluciones burguesas, las nuevas corrientes de pensamiento, como el idealismo absoluto, el materialismo dialéctico, el positivismo, el nihilismo, el nacionalismo exagerado, unidas al racionalismo, que había sembrado raíces muy difíciles de extirpar, y el anticlericalismo que crecía en una Europa que caminaba hacia la progresiva negación de Dios. Es la época también de la unificación italiana, con sus guerras, triunfos y derrotas, que no se da definitivamente sino ya entrado el siglo XX, y la llamada "Cuestión Romana", que abarca desde 1861 hasta 1929 y concierne a la disputa entre el gobierno italiano y el papado, en la que Italia quería anexarse Roma y dejar extinto el poder temporal de la Santa Sede Apostólica.
Éstas y otras situaciones van sucediéndose mientras el Señor va preparando a la que había sido escogida por El como alma víctima de la Justicia Divina y heraldo que anuncia el triunfo definitivo de Dios en el mundo y el establecimiento de su Reino.
Infancia de Luisa
Luisa nació el 23 de abril de 1865 en Corato, pueblo de la provincia de Bari, Italia, un domingo "In Albis", lo que hoy se conoce como "Domingo de la Misericordia", por la mañana; esa misma noche fue bautizada. Ella misma lo narra en una pequeña autobiografía, llamada "Cuaderno de memorias de la infancia", escrita en obediencia a su confesor en 1926. Escribe Luisa: "Decía mi madre que yo nací al revés, pero que ella no sufrió nada en el parto, de manera que yo, en los encuentros y circunstancias de mi pobre vida, acostumbraba decir: Nací al revés; es justo que mi vida sea al revés de la vida de las otras creaturas."
Luisa confiesa que era de temperamento tímido y asustadizo, al punto de no poder estar sola y no querer dar un paso sola, y esto por los continuos sueños de terror que desde los tres años la atormentaban. Eso hacía que rezara muchas Ave Marías y Padre Nuestros a todos los santos que conocía, para que le consiguieran la gracia de no soñar con el demonio. Así pasó varios años hasta que pudo vencer el miedo cuando un día, teniendo ya once años, mientras quería orar y meditar y comenzó a sentir miedo y querer huir adonde estaba su familia, oyó en su interior una voz que le dijo: "¿Por qué tienes miedo? A tu lado está tu ángel, Jesús está en tu corazón, está la Madre Celestial, que te tiene bajo su manto. Entonces, ¿por qué tienes temor? ¿Quién es más fuerte, tu ángel custodio, tu Jesús, tu Madre Celestial, o el enemigo infernal? Por eso, no huyas, sino quédate y ora, y no tengas miedo." Luisa cuenta que eso le dio tanta fuerza, valor y firmeza, que fue capaz e vencer el miedo, y los sueños de terror cesaron del todo.
Luisa confiesa que era de temperamento tímido y asustadizo, al punto de no poder estar sola y no querer dar un paso sola, y esto por los continuos sueños de terror que desde los tres años la atormentaban. Eso hacía que rezara muchas Ave Marías y Padre Nuestros a todos los santos que conocía, para que le consiguieran la gracia de no soñar con el demonio. Así pasó varios años hasta que pudo vencer el miedo cuando un día, teniendo ya once años, mientras quería orar y meditar y comenzó a sentir miedo y querer huir adonde estaba su familia, oyó en su interior una voz que le dijo: "¿Por qué tienes miedo? A tu lado está tu ángel, Jesús está en tu corazón, está la Madre Celestial, que te tiene bajo su manto. Entonces, ¿por qué tienes temor? ¿Quién es más fuerte, tu ángel custodio, tu Jesús, tu Madre Celestial, o el enemigo infernal? Por eso, no huyas, sino quédate y ora, y no tengas miedo." Luisa cuenta que eso le dio tanta fuerza, valor y firmeza, que fue capaz e vencer el miedo, y los sueños de terror cesaron del todo.
Más tarde, recordando este pasado suyo tan aterrador, siendo tan niña, le preguntó a Jesús la causa de todo aquello, y El le dijo: "Hija mía, el enemigo entreveía algo en ti con lo que podrías servirme para mi gran Gloria, con lo que él recibiría una gran derrota jamás sentida; además, porque veía que por cuanto más se esforzaba, no podía hacer entrar en ti ningún afecto o pensamiento menos puro, porque Yo le tenía cerradas las puertas y él no sabía por donde entrar. Viendo esto, se enfurecía y trataba de aterrorizarte sin poder hacerlo sino a través de sueños espantosos y miedo. Y al no saber la causa de mis designios sobre ti, que servirían para la destrucción de su reino, se ponía muy atento para indagar esa causa, con la esperanza de poder hacerte daño de todas las formas posibles".