Luisa Piccarreta

Luisa Piccarreta
Luisa en oración

lunes, 25 de julio de 2011

5- Jesús la desapega de las criaturas

Jesús quiere comenzar su obra en esta alma, que es todavía como un diamante sin tallar, apartándola de todo lo que le impide a Él tomar posesión de su corazón, y le dice: "Yo soy el único que merece ser amado. Mira, si tú no quitas ese pequeño mundo que te rodea, o sea, pensamientos de criaturas, imaginaciones, Yo no puedo entrar libremente en tu corazón. Ese murmullo en tu mente es un impedimento para oir más claramente mi voz, para derramar mis gracias en ti y para que te enamores verdaderamente de Mí. Prométeme se toda mía, y Yo mismo pondré manos a la obra. Tú tienes razón en que no puedes nada; pero no temas, Yo haré todo; dame tu voluntad y esto me basta". Es como un indicio de lo que marcará, de ahí en adelante, toda su relación con ella: la voluntad humana debe dejarse moldear por la Divina, para que Ésta obre libremente en la criatura.
Jesús va a estar continuamente observando todas sus acciones, movimientos y deseos. Luisa lo sentía todo el día; la reprendía si pasaba mucho tiempo hablando con la familia de cosas innecesarias, lo que la dejaba algo confundida; la voz interior le decía:
"Estas pláticas te llenan la mente de cosas que no me pertenecen, te rodean el corazón de polvo, de modo que te hacen sentir débil mi gracia, no más viva. Imítame cuando Yo estaba en la casa de Nazaret: Mi mente no se ocupaba de otra cosa que de la gloria de mi Padre y de la salvación de las almas; de mi boca no salía otra cosa que pláticas santas; con mis palabras trataba de reparar las ofensas hechas a mi Padre, trataba de saetear los corazones y atraerlos a mi Amor, y primeramente, a mi Madre y a San José. En una palabra, todo hablaba de Dios, todo se obraba para Dios y todo se refería a Él. ¿Por qué no puedes hacer tú lo mismo?"
Le reclamaba también sobre el amor que ella decía que le tenía, pues todavía veía en ella afectos y apegos hacia las personas. Luisa lloraba amargamente con el corazón destrozado, esforzándose como podía por complacer a Jesús, tratando de estar sola, pidiéndole su ayuda y su gracia, sabiendo que por ella misma sólo podía obrar el mal. Pero un día, después de haber comulgado, Jesús le dió una luz tan clara sobre el amor tan grande que le tenía y sobre la volubilidad e inconstancia de las criaturas, que su corazón quedó tan convencido que de ahí en adelante sus apegos y afectos particulares hacia las criaturas terminaron. Escribe Luisa: "Me enseñó el modo de amar a las personas sin separarme de Él, esto es, viendo a las criaturas como imágenes de Dios; de manera que si yo recibía de las criaturas el bien, debía pensar que sólo Dios era el primer autor de ese bien, y que se servía de ellas para dármelo; entonces mi corazón se unía más a Dios. Y si recibía mortificaciones de ellas, debía verlas también como instrumentos en manos de Dios para mi santificación. Así, mi corazón no quedaba resentido con mi prójimo... Mi corazón adquirió una libertad tal, que no lo sé explicar".

viernes, 22 de julio de 2011

4- Deseo de ser religiosa

Luisa, desde muy niña, estaba obsesionada con la idea de ser religiosa a imitación de las monjas de su colegio, las Hermanas de la Inmaculada Concepción, hacia las que había desarrollado un afecto algo exagerado, aunque percibía íntimamente una cierta desaprobación, ya que sentía que no debía amar a nadie más sino a Jesús, pero recaía de nuevo a pesar de los reproches que Él le hacía en su interior. Esto le quitaba la paz. Más tarde, recordando esta etapa de su vida, escribirá: ¡Qué tiranía es un afecto natural y tal vez hasta inocente, para el pobre corazón humano! El Señor quiso terminar muy pronto con el asunto, y cuando Luisa fue a visitar a la superiora, ésta no la recibió, y Luisa, profundamente dolida, se dirigió a la Iglesia para desahogar su pena con Jesús, quien le habló de su amor y de la inconstancia del amor de las criaturas, diciéndole: "Cuando un corazón no está vacío, Yo lo rechazo, y no puedo comenzar la obra que he dispuesto hacer en el fondo del alma". Las palabras de Jesús obraron una transformación interior en ella y su corazón quedó libre de afectos terrenos.
Pero la idea de hacerse religiosa seguía firme en su mente y rogaba a Jesús que le permitiese lograr su deseo. Jesús le decía: "Sí, te complaceré; verás que serás religiosa". Sin embargo, eso nunca pudo realizarse por diversas circunstacias y Luisa le reclamaba a Jesús que la había engañado y se burlaba de ella. Pero Él, que tenía planes muy especiales para ella, le respondió: "Yo no sé engañar ni burlarme de nadie. La llamada que yo te hacía era más especial. ¿Quién es la que haciéndose monja, aun en la vida religiosa más rigurosa, no puede caminar, ni tomar aire, ni gozar de nada? ¿Cuántas veces, en la vida religiosa, hacen que entre el pequeño mundo y se divierten magníficamente, dejándome a un lado? Cuando Yo llamo a un cierto estado de vida, Yo sé cómo realizar la llamada. El sitio para Mí es indiferente, el hábito religioso no cuenta para Mí, cuando en la sustancia del alma está lo que debería estar si hubiera entrado en la vida religiosa; por eso te digo que eres y serás la verdadera monjita de mi Corazón".
Luisa no gozará de los ratos de normal esparcimiento que tienen las religiosas, ni de la vida en comunidad. Pero Luisa tendrá su celda, aunque no vivirá recluída en un convento: su celda será su propia cama, en la que permanecerá por más de sesenta años, hasta su muerte. Jesús la quiere mantener aislada del mundo exterior, de personas innecesarias y de toda distracción que pueda impedir la realización del proyecto de la Voluntad Divina sobre ella.

domingo, 10 de julio de 2011

3- La voz de Jesús


El amor de Luisa hacia Jesús va a ser primordial durante toda su vida; también la devoción hacia la Madre de Dios va a ser fundamental en su crecimiento como alma escogida para la gran misión a la que fue llamada por el Señor. Luisa recibe su Primera Comunión a los nueve años, un domingo "In Albis", el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, día en el cual hoy celebramos la Fiesta de la Misericordia, y ese día recibe también el sacramento de la Confirmación. Después de recibir a Jesús Sacramentado por primera vez, nace en ella un deseo grande de estar frecuentemente con el Señor, durante horas enteras en oración, frente al sagrario, en la Iglesia parroquial de Santa María Greca. Su amor por la Santísima Virgen la lleva a hacerse hija de María a los once años, y más tarde, a los diecisiete, ingresó en la Orden Terciaria de los Dominicos, escogiendo el nombre de Magdalena.

Jesús comienza a hacerse oir en su interior.
Luisa narra que a los doce años comenzó un período de su vida en el que comenzó a oir la voz de Jesús interiormente, especialmente cuando recibía la Santa Comunión; aunque a veces debía ir con la familia a una granja fuera de Corato, en un lugar llamado Torre Disperata, y pasaba hasta meses sin la Santa Misa y la Comunión, lo que le ocasionaba un sufrimiento muy grande. Jesús, como Maestro Divino, le daba lecciones sobre la humildad, la mansedumbre, la obediencia, la cruz; sobre su Vida Oculta y cómo debía ella modelar su vida al ejemplo de la Sagrada Familia en Nazaret. La voz de Jesús la seguía continuamente, y en sus faltas la reprendía en todo lo que no estaba bien, corrigiéndola y enseñándole, como un padre amoroso, el modo de hacer bien las cosas.

Los modos que Jesús emplea para hablarle a Luisa.
En el libro primero, escrito en obediencia a su confesor, entre 1899 y 1900, y cuando ya ha tenido la experiencia de oir al Señor durante años, Luisa describe los modos que Jesús ha utilizado al hablar con ella, y que ella resume en cuatro. Los expondremos de manera resumida. 
Escribe Luisa: "El primer modo es cuando el alma sale fuera de sí. Pero antes, quiero explicar lo mejor que pueda este salir fuera de mí misma, y esto sucede de dos modos: El primero es instantáneo, casi como un relámpago; y es tan repentino, que me parece que el cuerpo se eleva un poco de la cama para seguir al alma, pero luego queda en la cama; y a mí me parece que el cuerpo queda muerto, y el alma, en cambio, sigue a Jesús, girando por todo el universo, la tierra, el aire, los mares, los montes, el purgatorio y el cielo, donde muchas veces me ha hecho ver el lugar adonde iré después de muerta. El segundo modo en el que el alma sale fuera de mí, es más suave; parece que el cuerpo se adormece insensiblemente y queda como petrificado ante la presencia de Jesucristo; pero el alma permanece con el cuerpo, y éste no siente nada de las cosas exteriores, aunque se trastornara todo el universo o me quemaran o me redujeran a pedazos. Entonces, éstos son los dos modos en los que el alma parece que sale del cuerpo, y en los dos me habla Dios. Y Él mismo llama a este modo de hablarme "hablar intelectual". Trataré de explicarlo: El alma sale del cuerpo y, encontrándose ante Jesús, no tiene necesidad de sus palabras para comprender lo que el Señor le quiere decir, ni el alma tiene necesidad de hablar para hacerse entender... De una luz que viene de Jesús a mi inteligencia, siento que se imprime en mí todo lo que mi Jesús quiere hacerme entender. Este modo es muy alto y sublime, de manera que mi naturaleza difícilmente puede adaptarse a explicarlo con palabras; apenas puede decir alguna idea. Este modo en que Jesús se hace entender es rapidísimo, en un instante se captan muchas más cosas sublimes que leyendo libros enteros... Ahora trataré de explicar el segundo modo que Jesús tiene para hablar: Y es que el alma, encontrándose fuera de mí misma, ve a la persona de Jesucristo, ya  sea de niño, ya sea crucificado, o en cualquier otro aspecto; y el alma ve que el Señor pronuncia las palabras con su boca y el alma responde con su boca. A veces sucede que el alma conversa con Jesús como harían dos íntimos esposos; aunque el hablar de Jesús es parquísimo, apenas cuatro o cinco palabras y, a veces, hasta una sola. Raras veces se extiende más, pero en su poquísimo hablar, ¡oh, cuánta luz pone en el alma! Este segundo modo es más accesible a la naturaleza humana, y fácilmente lo sabe manifestar; porque el alma, regresando de nuevo a mí, trae consigo lo que oyó decir de la boca de Nuestro Señor y lo comunica al cuerpo... El tercer modo con el que Jesús me habla es cuando Él, hablando, le participa al alma la misma sustancia de lo que le dice. A mí  me parece como cuando el Señor creó el mundo: con una sola palabra fueron creadas todas las cosas. Así, siendo su Palabra creadora, en el mismo acto en que dice la palabra, crea en el alma esa misma cosa que dice. Para explicar mejor este hablar sustancial de Jesús, digo otra cosa: Jesús dice: "Mira cuán puro soy. También en ti, quiero pureza en todo." En estas palabras el alma siente entrar en ella una pureza divina, y esta pureza se transmuta en ella misma, y el alma llega a vivir como si no tuviera más cuerpo. Y así, con las demás virtudes. ¡Oh, cuán deseable es este hablar de Jesús! Yo daría todo lo que está sobre la tierra, si fuera la dueña de todo, con tal de tener una sola de estas palabras de Jesús... El cuarto modo en que Jesús me habla es cuando me encuentro en mí misma, es decir, en el estado normal, y este hablar es también de dos modos. El primero es cuando, encontrándome recogida en el interior del corazón, sin articulación de palabras ni sonidos a los oídos del cuerpo, Jesús me habla interiormente. El segundo es como hacemos nosotros, y esto sucede a veces hasta estando distraída o hablando con otras personas. Pero una sola de estas palabras basta para recogerme si estoy distraída, para darme la paz si estoy turbada, para consolarme si estoy afligida".