Luisa, desde muy niña, estaba obsesionada con la idea de ser religiosa a imitación de las monjas de su colegio, las Hermanas de la Inmaculada Concepción, hacia las que había desarrollado un afecto algo exagerado, aunque percibía íntimamente una cierta desaprobación, ya que sentía que no debía amar a nadie más sino a Jesús, pero recaía de nuevo a pesar de los reproches que Él le hacía en su interior. Esto le quitaba la paz. Más tarde, recordando esta etapa de su vida, escribirá: ¡Qué tiranía es un afecto natural y tal vez hasta inocente, para el pobre corazón humano! El Señor quiso terminar muy pronto con el asunto, y cuando Luisa fue a visitar a la superiora, ésta no la recibió, y Luisa, profundamente dolida, se dirigió a la Iglesia para desahogar su pena con Jesús, quien le habló de su amor y de la inconstancia del amor de las criaturas, diciéndole: "Cuando un corazón no está vacío, Yo lo rechazo, y no puedo comenzar la obra que he dispuesto hacer en el fondo del alma". Las palabras de Jesús obraron una transformación interior en ella y su corazón quedó libre de afectos terrenos.
Pero la idea de hacerse religiosa seguía firme en su mente y rogaba a Jesús que le permitiese lograr su deseo. Jesús le decía: "Sí, te complaceré; verás que serás religiosa". Sin embargo, eso nunca pudo realizarse por diversas circunstacias y Luisa le reclamaba a Jesús que la había engañado y se burlaba de ella. Pero Él, que tenía planes muy especiales para ella, le respondió: "Yo no sé engañar ni burlarme de nadie. La llamada que yo te hacía era más especial. ¿Quién es la que haciéndose monja, aun en la vida religiosa más rigurosa, no puede caminar, ni tomar aire, ni gozar de nada? ¿Cuántas veces, en la vida religiosa, hacen que entre el pequeño mundo y se divierten magníficamente, dejándome a un lado? Cuando Yo llamo a un cierto estado de vida, Yo sé cómo realizar la llamada. El sitio para Mí es indiferente, el hábito religioso no cuenta para Mí, cuando en la sustancia del alma está lo que debería estar si hubiera entrado en la vida religiosa; por eso te digo que eres y serás la verdadera monjita de mi Corazón".
Luisa no gozará de los ratos de normal esparcimiento que tienen las religiosas, ni de la vida en comunidad. Pero Luisa tendrá su celda, aunque no vivirá recluída en un convento: su celda será su propia cama, en la que permanecerá por más de sesenta años, hasta su muerte. Jesús la quiere mantener aislada del mundo exterior, de personas innecesarias y de toda distracción que pueda impedir la realización del proyecto de la Voluntad Divina sobre ella.
Luisa no gozará de los ratos de normal esparcimiento que tienen las religiosas, ni de la vida en comunidad. Pero Luisa tendrá su celda, aunque no vivirá recluída en un convento: su celda será su propia cama, en la que permanecerá por más de sesenta años, hasta su muerte. Jesús la quiere mantener aislada del mundo exterior, de personas innecesarias y de toda distracción que pueda impedir la realización del proyecto de la Voluntad Divina sobre ella.
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