Luisa Piccarreta

Luisa Piccarreta
Luisa en oración

lunes, 28 de enero de 2013

7- Luisa comienza a conocerse a sí misma

Con la ayuda de la gracia divina, Luisa comienza a verse en su realidad de criatura, se siente como la más mala y pecadora de todos, y busca anonadarse hasta el punto de sentir todo su ser aniquilado, deshecho, incapaz de hacer nada por sí misma, reconociendo que si Jesús no la sostenía, no podía dar ni un solo paso. Ella lo describr así: "Me veía tan mala que sentía vergüenza de presentarme ante las personas, sabiéndome la más fea, como en realidad todavía lo soy; entonces las reuía lo más que podía y me decía a mí misma: Oh, si supieran cuán mala soy, y si pudieran ver las gracias que el Señor me está haciendo -de las que a nadie decía nada-, y que soy siempre la misma, ¡cuánto horror me tendrían! Entonces, cuando a la siguiente mañana iba a comulgar, me parecía que al venir Jesús a mí, hacía fiesta por el gozo que sentía al verme tan anonadada. Me decía otras cosas sobre el anonadamiento de mí misma, pero siempre de manera diferente a la anterior. ¡Oh, Divino Maestro, cuán sabio eres! ¡Si al menos te hubiera correspondido!"

Comienza entonces un período de transformación, en el que Jesús le muestra cuánto daño le ha hecho el pecado y la necesidad de la mortificación para doblegar su voluntad, y Luisa debe confiar más en su misericordia, en su perdón, sin acordarse de sus faltas ya confesadas y perdonadas.

Jesús le muestra la fealdad del pecado

En el camino de perfección por el cual Jesús quiere conducir a Luisa, es necesario conocer la propia debilidad y la inclinación al pecado, consecuencias de la herida que el pecado original ha dejado en la naturaleza humana, aun después del bautismo. El pecado, entonces, es una realidad que Luisa debe afrontar, viendo su fealdad, la ofensa que se le hace a Dios pecando, y esto le ocasiona mucho dolor, pues se ve miserable ante al amor tan grande que el Señor le demuestra. 
Jesús le hace ver a Luisa la fealdad del pecado y el daño que éste le ha causado a su alma. Luisa escribe en el primer volumen: "Recuerdo que una mañana Jesús me dijo que por falta de humildad, había cometido muchos pecados, y que si yo hubiera sido humilde, me habría mantenido más cercana a El y no habría hecho tanto mal. Me hizo comprender qué feo era el pecado, la afrenta que este miserable gusanillo le había hecho a Jesucristo, la horrenda ingratitud, la enorme impiedad, el daño que había causado a mi alma. Me quedé tan consternada que no sabía qué hacer para reparar. Hacía algunas mortificaciones, pedía otras al confesor, pero me eran concedidas pocas. Entonces todo me parecía sombras de reparación y mortificación, y sólo pensaba en mis pecados, pero siempre más estrechada a El. Tenía tal temor de alejarme de El y actuar peor que antes, que yo misma no sé explicarlo. Le pedía perdón, le agradecía lo bueno que había sido conmigo y le decía de corazón: "Mira, oh Señor, el tiempo que he perdido mientras que había podido amarte". Y no sabía decirle otra cosa que el grave mal que había cometido. Hasta que un día, reprendiéndome, me dijo: "No quiero que pienses más en esto. Cuando un alma se ha humillado y está convencida de haber hecho mal, ha lavado su alma en el sacramento de la confesión y está dispuesta a morir antes que ofenderme, entonces es una afrenta a mi misericordia, un impedimento para estrecharla a mi amor, si ella busca con su mente envolverse en el fango pasado; así, impide que le haga tomar el vuelo hacia el cielo, porque siempre con esos pensamientos queda encerrada en sí misma. Además, mira, Yo no recuerdo ya nada, lo he olvidado totalmente. ¿O acaso ves alguna sombra de rencor de parte mía?" Y yo le decía: "No, Señor, eres muy bueno."

De ahí en adelante Luisa hacía todo lo que podía para contentar a Jesús y le pedía le enseñara lo que debía hacer para reparar el tiempo pasado.

domingo, 25 de marzo de 2012

6- Jesús comienza a purificarla

En el primer volumen, Luisa escribe: "Después de que mi divino Maestro me sustrajo del mundo exterior, haciendo que me apartara de cualquier criatura, y me liberó de los pensamientos y los afectos hacia las criaturas, comenzó a purificar todo el interior de mi corazón, desde el que hacía resonar muy a menudo su dulce voz en mi oído". Entre otras cosas, Jesús le dice: "He hecho grandes designios sobre ti, y siempre que tú quieras corresponder y conformarte a mi Querer, me deleitaré en hacer de ti una perfecta imagen mía, comenzando tú a imitarme desde mi nacimiento hasta mi muerte. No dudes de poder lograrlo, porque Yo mismo te enseñaré poco a poco el modo de proceder".

Lecciones de humildad.
Luisa narra que en numerosas ocasiones el Señor le hablaba en estos términos: "Para que Yo derrame mis gracias en tu corazón, es necesario que te convenzas de que por ti sola nada puedes. Yo me cuido muy bien de comunicar gracias y dones a las almas que se atribuyen a sí mismas lo que hacen, queriendo hacerme numerosos hurtos de mis gracias; pero en aquellas que se conocen a sí mismas, soy generoso en derramar mis gracias sobre ellas, a montones... Yo no puedo entrar en los corazones que apestan a soberbia; por eso, quiero que tú hagas muy a menudo, más aún, continuamente, actos de humildad, como un niño en pañales que todo lo espera de su madre. Así quiero que estés junto a Mí, como un niño, rogándome siempre que te ayude y te asista, confesándome tu nada y esperando todo de Mí". El Señor va a emplear muchos modos diversos de explicarle las causas y los efectos de la virtud que le inculca, y la reprende por no haber sido humilde, y le dice que por eso, lo que ha hecho, lo ha hecho mal. Y le recomendaba: "Invócame al comienzo de toda acción que emprendas, tenme siempre presente para hacerla conmigo... así adquirirás la más profunda humildad; de lo contrario, volverá a entrar en ti la soberbia, y ésta sofocará el germen plantado en ti por la hermosa virtud de la humildad".
El conocimiento de sí misma.
En numerosas ocasiones le habla el Señor de la necesidad de conocerse a sí misma. Expondremos sólo algunos de los numerosos capítulos en los que se trata este tema.
"Cuando el corazón está lleno del conocimiento de sí mismo, las alabanzas de los hombres son como esas olas del mar que se elevan y hacer ruido, pero nunca se salen de sus límites. Así, las alabanzas humanas hacen ruido, fragor, se acercan hasta el corazón, pero encontrándolo lleno y bien rodeado por los fuertes muros del conocimiento de sí mismo, no teniendo, por lo tanto, dónde quedarse, se devuelven sin hacer ningún daño al alma. Por eso, debes estar atenta a esto: que las alabanzas y los desprecios de las criaturas no hay que tomarlos en cuenta".(23/4/1899)
"El favor más grande que puedo hacerle a un alma es que se conozca a sí misma. El conocimiento de sí y el conocimiento de Dios van de la mano. Por cuanto te conozcas a ti misma, otro tanto conocerás a Dios. El alma que se ha conocido a sí misma, viendo que por ella no puede obrar nada de bien, transforma esta sombra de su ser en Dios, y sucede que  en Dios hace todas sus operaciones". (2/6/1899)
"Hija mia, no salgas de mi Querer, pues de saliendo de El, pierdes el conocimiento que tienes de Mí, y al no conocerme, pierdes el conocimiento de ti misma, porque a los reflejos de la luz, se distingue con claridad si es oro o es fango, pero si todo es oscuridad, fácilmente se pueden cambiar los objetos. Ahora bien, mi Querer es luz, que al darte el conocimiento de Mí, a los reflejos de esta luz llegas a conocer quién eres tú, y viendo tu debilidad, tu pura nada, te aferras a mis brazos y, unida a mi Querer, vives conmigo en el cielo. Pero si prefieres salir de mi Querer, en primer lugar llegarás a perder la verdadera humildad, y luego vendrás a vivir en la tierra y te verás forzada a sentir el peso terrenal, a gemir y suspirar, como todos los desdichados que viven fuera de mi Voluntad". (11/11/1900)

Claramente, el Señor le va manifestando desde muy pronto a Luisa, su deseo de que viva en su Voluntad, lo que desarrollará más tarde de manera extensa y en profundidad.

lunes, 25 de julio de 2011

5- Jesús la desapega de las criaturas

Jesús quiere comenzar su obra en esta alma, que es todavía como un diamante sin tallar, apartándola de todo lo que le impide a Él tomar posesión de su corazón, y le dice: "Yo soy el único que merece ser amado. Mira, si tú no quitas ese pequeño mundo que te rodea, o sea, pensamientos de criaturas, imaginaciones, Yo no puedo entrar libremente en tu corazón. Ese murmullo en tu mente es un impedimento para oir más claramente mi voz, para derramar mis gracias en ti y para que te enamores verdaderamente de Mí. Prométeme se toda mía, y Yo mismo pondré manos a la obra. Tú tienes razón en que no puedes nada; pero no temas, Yo haré todo; dame tu voluntad y esto me basta". Es como un indicio de lo que marcará, de ahí en adelante, toda su relación con ella: la voluntad humana debe dejarse moldear por la Divina, para que Ésta obre libremente en la criatura.
Jesús va a estar continuamente observando todas sus acciones, movimientos y deseos. Luisa lo sentía todo el día; la reprendía si pasaba mucho tiempo hablando con la familia de cosas innecesarias, lo que la dejaba algo confundida; la voz interior le decía:
"Estas pláticas te llenan la mente de cosas que no me pertenecen, te rodean el corazón de polvo, de modo que te hacen sentir débil mi gracia, no más viva. Imítame cuando Yo estaba en la casa de Nazaret: Mi mente no se ocupaba de otra cosa que de la gloria de mi Padre y de la salvación de las almas; de mi boca no salía otra cosa que pláticas santas; con mis palabras trataba de reparar las ofensas hechas a mi Padre, trataba de saetear los corazones y atraerlos a mi Amor, y primeramente, a mi Madre y a San José. En una palabra, todo hablaba de Dios, todo se obraba para Dios y todo se refería a Él. ¿Por qué no puedes hacer tú lo mismo?"
Le reclamaba también sobre el amor que ella decía que le tenía, pues todavía veía en ella afectos y apegos hacia las personas. Luisa lloraba amargamente con el corazón destrozado, esforzándose como podía por complacer a Jesús, tratando de estar sola, pidiéndole su ayuda y su gracia, sabiendo que por ella misma sólo podía obrar el mal. Pero un día, después de haber comulgado, Jesús le dió una luz tan clara sobre el amor tan grande que le tenía y sobre la volubilidad e inconstancia de las criaturas, que su corazón quedó tan convencido que de ahí en adelante sus apegos y afectos particulares hacia las criaturas terminaron. Escribe Luisa: "Me enseñó el modo de amar a las personas sin separarme de Él, esto es, viendo a las criaturas como imágenes de Dios; de manera que si yo recibía de las criaturas el bien, debía pensar que sólo Dios era el primer autor de ese bien, y que se servía de ellas para dármelo; entonces mi corazón se unía más a Dios. Y si recibía mortificaciones de ellas, debía verlas también como instrumentos en manos de Dios para mi santificación. Así, mi corazón no quedaba resentido con mi prójimo... Mi corazón adquirió una libertad tal, que no lo sé explicar".

viernes, 22 de julio de 2011

4- Deseo de ser religiosa

Luisa, desde muy niña, estaba obsesionada con la idea de ser religiosa a imitación de las monjas de su colegio, las Hermanas de la Inmaculada Concepción, hacia las que había desarrollado un afecto algo exagerado, aunque percibía íntimamente una cierta desaprobación, ya que sentía que no debía amar a nadie más sino a Jesús, pero recaía de nuevo a pesar de los reproches que Él le hacía en su interior. Esto le quitaba la paz. Más tarde, recordando esta etapa de su vida, escribirá: ¡Qué tiranía es un afecto natural y tal vez hasta inocente, para el pobre corazón humano! El Señor quiso terminar muy pronto con el asunto, y cuando Luisa fue a visitar a la superiora, ésta no la recibió, y Luisa, profundamente dolida, se dirigió a la Iglesia para desahogar su pena con Jesús, quien le habló de su amor y de la inconstancia del amor de las criaturas, diciéndole: "Cuando un corazón no está vacío, Yo lo rechazo, y no puedo comenzar la obra que he dispuesto hacer en el fondo del alma". Las palabras de Jesús obraron una transformación interior en ella y su corazón quedó libre de afectos terrenos.
Pero la idea de hacerse religiosa seguía firme en su mente y rogaba a Jesús que le permitiese lograr su deseo. Jesús le decía: "Sí, te complaceré; verás que serás religiosa". Sin embargo, eso nunca pudo realizarse por diversas circunstacias y Luisa le reclamaba a Jesús que la había engañado y se burlaba de ella. Pero Él, que tenía planes muy especiales para ella, le respondió: "Yo no sé engañar ni burlarme de nadie. La llamada que yo te hacía era más especial. ¿Quién es la que haciéndose monja, aun en la vida religiosa más rigurosa, no puede caminar, ni tomar aire, ni gozar de nada? ¿Cuántas veces, en la vida religiosa, hacen que entre el pequeño mundo y se divierten magníficamente, dejándome a un lado? Cuando Yo llamo a un cierto estado de vida, Yo sé cómo realizar la llamada. El sitio para Mí es indiferente, el hábito religioso no cuenta para Mí, cuando en la sustancia del alma está lo que debería estar si hubiera entrado en la vida religiosa; por eso te digo que eres y serás la verdadera monjita de mi Corazón".
Luisa no gozará de los ratos de normal esparcimiento que tienen las religiosas, ni de la vida en comunidad. Pero Luisa tendrá su celda, aunque no vivirá recluída en un convento: su celda será su propia cama, en la que permanecerá por más de sesenta años, hasta su muerte. Jesús la quiere mantener aislada del mundo exterior, de personas innecesarias y de toda distracción que pueda impedir la realización del proyecto de la Voluntad Divina sobre ella.

domingo, 10 de julio de 2011

3- La voz de Jesús


El amor de Luisa hacia Jesús va a ser primordial durante toda su vida; también la devoción hacia la Madre de Dios va a ser fundamental en su crecimiento como alma escogida para la gran misión a la que fue llamada por el Señor. Luisa recibe su Primera Comunión a los nueve años, un domingo "In Albis", el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, día en el cual hoy celebramos la Fiesta de la Misericordia, y ese día recibe también el sacramento de la Confirmación. Después de recibir a Jesús Sacramentado por primera vez, nace en ella un deseo grande de estar frecuentemente con el Señor, durante horas enteras en oración, frente al sagrario, en la Iglesia parroquial de Santa María Greca. Su amor por la Santísima Virgen la lleva a hacerse hija de María a los once años, y más tarde, a los diecisiete, ingresó en la Orden Terciaria de los Dominicos, escogiendo el nombre de Magdalena.

Jesús comienza a hacerse oir en su interior.
Luisa narra que a los doce años comenzó un período de su vida en el que comenzó a oir la voz de Jesús interiormente, especialmente cuando recibía la Santa Comunión; aunque a veces debía ir con la familia a una granja fuera de Corato, en un lugar llamado Torre Disperata, y pasaba hasta meses sin la Santa Misa y la Comunión, lo que le ocasionaba un sufrimiento muy grande. Jesús, como Maestro Divino, le daba lecciones sobre la humildad, la mansedumbre, la obediencia, la cruz; sobre su Vida Oculta y cómo debía ella modelar su vida al ejemplo de la Sagrada Familia en Nazaret. La voz de Jesús la seguía continuamente, y en sus faltas la reprendía en todo lo que no estaba bien, corrigiéndola y enseñándole, como un padre amoroso, el modo de hacer bien las cosas.

Los modos que Jesús emplea para hablarle a Luisa.
En el libro primero, escrito en obediencia a su confesor, entre 1899 y 1900, y cuando ya ha tenido la experiencia de oir al Señor durante años, Luisa describe los modos que Jesús ha utilizado al hablar con ella, y que ella resume en cuatro. Los expondremos de manera resumida. 
Escribe Luisa: "El primer modo es cuando el alma sale fuera de sí. Pero antes, quiero explicar lo mejor que pueda este salir fuera de mí misma, y esto sucede de dos modos: El primero es instantáneo, casi como un relámpago; y es tan repentino, que me parece que el cuerpo se eleva un poco de la cama para seguir al alma, pero luego queda en la cama; y a mí me parece que el cuerpo queda muerto, y el alma, en cambio, sigue a Jesús, girando por todo el universo, la tierra, el aire, los mares, los montes, el purgatorio y el cielo, donde muchas veces me ha hecho ver el lugar adonde iré después de muerta. El segundo modo en el que el alma sale fuera de mí, es más suave; parece que el cuerpo se adormece insensiblemente y queda como petrificado ante la presencia de Jesucristo; pero el alma permanece con el cuerpo, y éste no siente nada de las cosas exteriores, aunque se trastornara todo el universo o me quemaran o me redujeran a pedazos. Entonces, éstos son los dos modos en los que el alma parece que sale del cuerpo, y en los dos me habla Dios. Y Él mismo llama a este modo de hablarme "hablar intelectual". Trataré de explicarlo: El alma sale del cuerpo y, encontrándose ante Jesús, no tiene necesidad de sus palabras para comprender lo que el Señor le quiere decir, ni el alma tiene necesidad de hablar para hacerse entender... De una luz que viene de Jesús a mi inteligencia, siento que se imprime en mí todo lo que mi Jesús quiere hacerme entender. Este modo es muy alto y sublime, de manera que mi naturaleza difícilmente puede adaptarse a explicarlo con palabras; apenas puede decir alguna idea. Este modo en que Jesús se hace entender es rapidísimo, en un instante se captan muchas más cosas sublimes que leyendo libros enteros... Ahora trataré de explicar el segundo modo que Jesús tiene para hablar: Y es que el alma, encontrándose fuera de mí misma, ve a la persona de Jesucristo, ya  sea de niño, ya sea crucificado, o en cualquier otro aspecto; y el alma ve que el Señor pronuncia las palabras con su boca y el alma responde con su boca. A veces sucede que el alma conversa con Jesús como harían dos íntimos esposos; aunque el hablar de Jesús es parquísimo, apenas cuatro o cinco palabras y, a veces, hasta una sola. Raras veces se extiende más, pero en su poquísimo hablar, ¡oh, cuánta luz pone en el alma! Este segundo modo es más accesible a la naturaleza humana, y fácilmente lo sabe manifestar; porque el alma, regresando de nuevo a mí, trae consigo lo que oyó decir de la boca de Nuestro Señor y lo comunica al cuerpo... El tercer modo con el que Jesús me habla es cuando Él, hablando, le participa al alma la misma sustancia de lo que le dice. A mí  me parece como cuando el Señor creó el mundo: con una sola palabra fueron creadas todas las cosas. Así, siendo su Palabra creadora, en el mismo acto en que dice la palabra, crea en el alma esa misma cosa que dice. Para explicar mejor este hablar sustancial de Jesús, digo otra cosa: Jesús dice: "Mira cuán puro soy. También en ti, quiero pureza en todo." En estas palabras el alma siente entrar en ella una pureza divina, y esta pureza se transmuta en ella misma, y el alma llega a vivir como si no tuviera más cuerpo. Y así, con las demás virtudes. ¡Oh, cuán deseable es este hablar de Jesús! Yo daría todo lo que está sobre la tierra, si fuera la dueña de todo, con tal de tener una sola de estas palabras de Jesús... El cuarto modo en que Jesús me habla es cuando me encuentro en mí misma, es decir, en el estado normal, y este hablar es también de dos modos. El primero es cuando, encontrándome recogida en el interior del corazón, sin articulación de palabras ni sonidos a los oídos del cuerpo, Jesús me habla interiormente. El segundo es como hacemos nosotros, y esto sucede a veces hasta estando distraída o hablando con otras personas. Pero una sola de estas palabras basta para recogerme si estoy distraída, para darme la paz si estoy turbada, para consolarme si estoy afligida".

lunes, 22 de marzo de 2010

2- Los primeros años

Los primeros años de la vida de Luisa Piccarreta van a transcurrir en medio de fuertes cambios que transformarían politica y socialmente el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XIX: la revolución industrial, con nuevas tecnologías que anunciaban un avance imparable hacia un mundo cada vez más tecnificado; los movimientos obreros, las revoluciones burguesas, las nuevas corrientes de pensamiento, como el idealismo absoluto, el materialismo dialéctico, el positivismo, el nihilismo, el nacionalismo exagerado, unidas al racionalismo, que había sembrado raíces muy difíciles de extirpar, y el anticlericalismo que crecía en una Europa que caminaba hacia la progresiva negación de Dios. Es la época también de la unificación italiana, con sus guerras, triunfos y derrotas, que no se da definitivamente sino ya entrado el siglo XX, y la llamada "Cuestión Romana", que abarca desde 1861 hasta 1929 y concierne a la disputa entre el gobierno italiano y el papado, en la que Italia quería anexarse Roma y dejar extinto el poder temporal de la Santa Sede Apostólica.

Éstas y otras situaciones van sucediéndose mientras el Señor va preparando a la que había sido escogida por El como alma víctima de la Justicia Divina y heraldo que anuncia el triunfo definitivo de Dios en el mundo y el establecimiento de su Reino.

Infancia de Luisa
Luisa nació el 23 de abril de 1865 en Corato, pueblo de la provincia de Bari, Italia, un domingo "In Albis", lo que hoy se conoce como "Domingo de la Misericordia", por la mañana; esa misma noche fue bautizada. Ella misma lo narra en una pequeña autobiografía, llamada "Cuaderno de memorias de la infancia", escrita en obediencia a su confesor en 1926. Escribe Luisa: "Decía mi madre que yo nací al revés, pero que ella no sufrió nada en el parto, de manera que yo, en los encuentros y circunstancias de mi pobre vida, acostumbraba decir: Nací al revés; es justo que mi vida sea al revés de la vida de las otras creaturas."

Luisa confiesa que era de temperamento tímido y asustadizo, al punto de no poder estar sola y no querer dar un paso sola, y esto por los continuos sueños de terror que desde los tres años la atormentaban. Eso hacía que rezara muchas Ave Marías y Padre Nuestros a todos los santos que conocía, para que le consiguieran la gracia de no soñar con el demonio. Así pasó varios años hasta que pudo vencer el miedo cuando un día, teniendo ya once años, mientras quería orar y meditar y comenzó a sentir miedo y querer huir adonde estaba su familia, oyó en su interior una voz que le dijo: "¿Por qué tienes miedo? A tu lado está tu ángel, Jesús está en tu corazón, está la Madre Celestial, que te tiene bajo su manto. Entonces, ¿por qué tienes temor? ¿Quién es más fuerte, tu ángel custodio, tu Jesús, tu Madre Celestial, o el enemigo infernal? Por eso, no huyas, sino quédate y ora, y no tengas miedo." Luisa cuenta que eso le dio tanta fuerza, valor y firmeza, que fue capaz e vencer el miedo, y los sueños de terror cesaron del todo.
  
Más tarde, recordando este pasado suyo tan aterrador, siendo tan niña, le preguntó a Jesús la causa de todo aquello, y El le dijo: "Hija mía, el enemigo entreveía algo en ti con lo que podrías servirme para mi gran Gloria, con lo que él recibiría una gran derrota jamás sentida; además, porque veía que por cuanto más se esforzaba, no podía hacer entrar en ti ningún afecto o pensamiento menos puro, porque Yo le tenía cerradas las puertas y él no sabía por donde entrar. Viendo esto, se enfurecía y trataba de aterrorizarte sin poder hacerlo sino a través de sueños espantosos y miedo. Y al no saber la causa de mis designios sobre ti, que servirían para la destrucción de su reino, se ponía muy atento para indagar esa causa, con la esperanza de poder hacerte daño de todas las formas posibles".

jueves, 18 de marzo de 2010

1-Luisa la Santa

¿Quién es Luisa Piccarreta? ¿Que vida vivió y cómo transcurrieron los largos años de su existencia? ¿Cuál fue la misión para la que fue llamada por el Señor? ¿Qué importancia tiene ella en estos tiempos?
Luisa Piccarreta nació en Corato, provincia de Bari, Italia, el 23 de abril de 1865 y allí murió en olor de santidad el 4 de marzo de 1947. En su pueblo la llamaban "Luisa la Santa". Alma escogida para una misión única y especialísima, que entregó su vida al cumplimiento de los designios divinos sobre ella, en favor de las almas y el establecimiento del Reino de la Divina Voluntad en la tierra.
Luisa escribió 36 volúmenes en los que narra su vida, su inmenso amor por Jesús y todo lo que sucedía en su alma al ir aceptando con docilidad, aunque con alguna resistencia a escribirlo, la transformación que el Señor obraba en ella. Luisa debía someterse a la obediencia que Jesús exigía de ella hacia sus confesores, los cuales la asistieron hasta su muerte, a los casi 82 años de vida terrena. "La señora obediencia", como ella la llamaba, era implacable, y Luisa se sometió a ella a pesar de los sufrimientos que le causaba el obedecer en circunstancias extremas de su existencia. Luisa vive en tiempos difíciles para la Iglesia y el mundo. No sólo los ataques externos a la Iglesia sino también los de índole interna son mencionados con frecuencia en sus escritos, así como las vicisitudes del mundo político y social de su época. Y Luisa va a cumplir un papel fundamental como alma víctima de la Justicia Divina, en favor de la Iglesia y del mundo.
Después de algunos años como víctima, el Señor le va mostrando poco a poco la misión más importante para la que había sido elegida desde siempre: Luisa es aquella en quien debía tener principio y cumplimiento la Vida de la Voluntad Divina en las criaturas, el cumplimiento de las palabras del Padre Nuestro: "Advéniat regnum tuum: Fiat Volúntas Tua, sicut in caelo, et in terra". Venga tu reino. Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo".
Fundamental en la vida de Luisa es la intervención de la "Mamá", como ella llamaba a la Santísima Virgen, quien le da sus lecciones de cómo vivir en este reino tan santo, haciéndole ver cómo Ella misma vivió de Voluntad Divina. Estas lecciones están recogidas en un libro llamado "La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad".
Luisa escribe otro extraordinario libro, difundido en el mundo entero y traducido a muchos idiomas: "Las Horas de la Pasión", que es fundamental para entender el llamado del Señor a participar en su cruz y penetrar en
lo que la Divinidad hizo en su Humanidad santísima en las horas de su dolorosísima Pasión, y a amar y apreciar la riqueza y los bienes que ésta encierra para nosotros. "Giros del alma en la Divina Voluntad", otra obra de Luisa, nos muestra una manera de orar en la que el alma va girando, siguiendo a la Divina Voluntad en todas las obras de Dios, para pedir el advenimiento del Reino del Querer Divino en la tierra.
Es un decreto divino que la Voluntad de Dios tenga su reino en la tierra, y la criatura regrese al orden primero de la Creación, viviendo en santidad perfecta, en orden a su Creador, tal como fue establecido en el principio. Vivir en la Voluntad Divina es un don que Dios quiere dar en estos tiempos, no sólo que se haga su Voluntad, sino que la Voluntad Divina sea la voluntad obrante, dominante en la criatura. Es "la santidad de las santidades", lo que la humanidad no había vivido, sino Adán y Eva al inicio, antes de su caída, y Jesús y María Santísima durante toda su vida. Y ahora, el Señor, a través de Luisa, nos llama a todos a vivir en su Querer Santísimo.
En este espacio trataremos de introducirnos en sus escritos y otros valiosos testimonios sobre su vida, para poder valorar la grandeza de esta alma, que se dejó transformar enteramente por Jesús para que el reino del Querer Divino pueda tener su pleno cumplimiento en medio de las criaturas.

Que el Señor, que le ha manifestado a Luisa los conocimientos sobre la Voluntad Divina y cómo quiere que vivamos en Ella, nos guíe y nos de la luz para caminar hacia la meta propuesta.
Fiat Voluntas Tua.